lunes, 27 de abril de 2015

MARC SORIANO: la literatura para niños y jóvenes


"…Un libro no se presta, se regala. Regalemos nuestros libros, empezando por los que más amamos. Ocuparse de un adulto analfabeto, o de un niño, tomarlo a cargo, hacerlo acceder a la reflexión y al sentido de las responsabilidades a través de los libros donados es un placer tan exaltante como el de la lectura compartida. ¿Para qué formarse una biblioteca personal? No podremos llevárnosla a la tumba. La auténtica, la única biblioteca que poseemos es la formada por los libros que hemos dispersado por el mundo y que hemos logrado que otros amen. Entregarles a los niños hermosos y excelentes libros es un modo de apostar por el porvenir, de prepararlos para luchar con mayor eficacia de la que nosotros hemos demostrado contra los intereses privados, la guerra y la estupidez".

"…El niño es un jugador y es precisamente al jugar con el lenguaje como mejor puede llegar a dominar las reglas gramaticales.
Por otra parte, jugar con las palabras es comenzar a jugar con las ideas. Pronto aprenderá que no todo es juego en la vida, pero dejémoslo jugar lo más posible. Lo ayudaremos así a elegir un oficio acorde con sus gustos, que ejercerá con placer, como si se tratase de un juego, tratando de superarse sin cesar".

"…Ofrescámosles pues a nuestros niños, en lo posible, las más bellas historias de amor de nuestra literatura y de todo el patrimonio de la humanidad. Conviene que sepamos que el amor es el tema que más interesa a nuestros hijos. Y tienen mucha razón. El amor es la única pasión que nos hace salir de nosotros mismos para ponernos al servicio de los otros".

MICHEL TOURNIER: Una puesta en marcha del proceso inventivo


“…Lo más extraordinario del Robinson Crusoe de Defoe es que uno no se contenta con leerlo. Lo que da fuerza y valor a esa obra es que suscita una necesidad irresistible de reescribirla. De ahí que existan innumerables versiones. Hay en algunas obras maestras –y por ello figuran en primera línea de la literatura universal- una incitación a crear, un contagio del verbo creador, una puesta en marcha del proceso inventivo de los lectores. Confieso que para mí ésa es la cumbre del arte. Paul Valéry decía que la inspiración no consiste en el estado en que se encuentra el poeta cuando escribe, sino en el estado en que el poeta que escribe espera poner a su lector. Pienso que de tal afirmación cabría hacer el fundamento de toda una estética literaria.
Pero, ¿no equivale esto a esperar que una obra de arte posea ante todo una determinada virtud pedagógica? Montaigne decía que enseñar a un niño no es llenar un vacío sino encender un fuego. Creo que no se podría pedir más. En cuanto a mí, lo que he ganado es cierta llama que veo a veces brillar en los ojos de mis jóvenes lectores, la presencia de una fuente viva de luz y de calor que se instala de ahora en adelante en un niño, encendida por la virtud de mi libro. Recompensa rara ésta, y que no tiene precio, a todos los esfuerzos, a todas las soledades, a todos los malentendidos”.