viernes, 26 de junio de 2015

DEL JUEGO: Rodari y Pescetti

Gianni Rodari: 
“Jugar con las cosas sirve para conocerlas mejor. Y no veo la utilidad de poner límites a la libertad del juego, que sería como negarle la función formativa y cognoscitiva. La fantasía no es un ‘lobo malo’ del que haya que tener miedo, o un delito a perseguir permanentemente con puntilloso patrullamiento. (…) La función creadora de la imaginación pertenece al hombre común, al científico, al técnico; es tan necesaria para los descubrimientos científicos como para el nacimiento de la obra de arte; es incluso condición necesaria de la vida cotidiana…” 

Luis Pescetti: 
“De la misma manera que a los cuentos se los utilizó como vehículos de mensajes morales, a los juegos se los usa con objetivos pedagógicos. Lo repetiremos: las lecciones disfrazadas de juego son una trampa que el niño siempre reconoce. (…) Sólo una sociedad enferma como la nuestra necesita una justificación para permitir el juego.
“En el otro extremo están quienes utilizan los juegos como elementos de mero entretenimiento, de distracción, para calmar a los niños cuando el grupo está muy excitado. Hacer esto es como utilizar un piano para sostener libros o una guitarra para leña; se puede, pero nos estamos perdiendo lo mejor.
“Un juego es una totalidad muy compleja que apunta a una infinidad de aspectos. No es una herramienta de adiestramiento. Se parece más a una obra de arte: nadie ve un cuadro para desarrollar su sensibilidad al amarillo. Podríamos decir que un juego es como una obra de arte (en la mayoría de los casos: anónima y colectiva) que sólo existe cuando se la practica y para quienes la practican, no para los que miran de afuera. (…)
“Una actividad lúdica bien utilizada es una poderosa herramienta de cambio. Los juegos son herramientas de la alegría, y la alegría además de valer en sí misma es una herramienta de la libertad.”

jueves, 4 de junio de 2015

MICHÈLE PETIT: Leer el mundo


Fragmentos de la nota de Jaime Cabrera Junco, en la Web literaria Lee por gusto, sobre el libro Leer el mundo- Experiencias actuales de transmisión cultural de la  antropóloga Michele Petit, que publicó Fondo de Cultura Económica de México

 "...Leer sirve para encontrar fuera de sí palabras a la altura de la propia existencia, figuraciones que permiten poner en escena, de manera distanciada o indirecta, lo que se ha vivido, en particular los capítulos difíciles de cada historia. Para desencadenar súbitas tomas de conciencia de una verdad interior, que se acompañan de una sensación de placer y de la liberación de una energía atascada. Leer sirve para descubrir, no por el razonamiento sino por un desciframiento inconsciente, que lo que nos atormenta, lo que nos asusta, nos pertenece a todos."

"...Michèle Petit sostiene que este libro es un acto de rebeldía “contra el hecho de estar cada vez más obligado, si se defienden las artes y las letras (o también, las ciencias), a proveer pruebas de su rentabilidad inmediata, como si esta fuera su única razón de ser”. Allí está la esencia del libro, uno no debe pedirle a la lectura rentabilidad inmediata como a un banco, es entonces una actividad que nos pone en perspectiva de otros, no necesariamente nos vuelve mejores personas –otra creencia errónea- sino que nos hace entender aquello que al libre mercado no le conviene promover: que más allá de nosotros existen otras personas, que no somos únicos y superiores, que todo es relativo y efímero, que la felicidad no la compras con una tarjeta de plástico."

"...Que los promotores culturales no sientan que han perdido el tiempo si los niños a su cargo no se vuelven lectores. Se trata, dice, de ofrecerles un tesoro de palabras, relatos e imágenes de las que ellos podrán volver mucho tiempo después. El objetivo del libro es reivindicar a la lectura como una actividad que, a diferencia de otras, nos permite comprender el mundo, “es forjar un arte de vivir cotidiano que escape a la obsesión de la evaluación cuantitativa, es forjar una atención”.

MARÍA TERESA ANDRUETTO: sobre la escritura

El oficio es como una alfombra, tiene que estar al servicio de otra cosa. A mayor oficio, mayor fluidez de lo interno que quiere salir. Es importante que esté aceitado para permitir que eso surja, pero es peligroso que se anteponga, que se convierte en puro artificio. Eso que decía Gelman, que la corrección puede hacer nacer un gran poema, pero también lo puede asfixiar. Un punto delicado en el que uno tiene que oír el corazón, lo que se siente al leer eso que se está escribiendo. No debe ahogar algo muy interno que el escritor sabe que está, pero no en qué consiste. Ese resto de no comprensión que anida en toda escritura que se precie. Lo inexplicable.