lunes, 17 de noviembre de 2014

LIBRO-ÁLBUM - Verónica Uribe


Nos dice Verónica Uribe, cofundadora de Editorial Ekaré, Venezuela:
La opción por el libro-álbum

"Fue Monika Doppert, nuestra directora de arte de los inicios de Ekaré, la primera persona que nos hizo detenernos a pensar en dedicarnos al libro-álbum como editorial. "Las ilustraciones", dijo, y yo lo he repetido muchísimas veces hablando del libro-álbum, "no están allí para adornar el libro, ni para facilitar la lectura. Las imágenes son un lenguaje: comunican ideas, transmiten, informan".

Esto que parece tan obvio una vez que se escucha, nos lleva inmediatamente a pensar en el libro-álbum como un género que combina dos lenguajes: el de las palabras, el escrito, y el de las imágenes. Y creo que en este reconocimiento elemental, la presencia conjunta de dos lenguajes, que algunos hacen y otros no, radica la diferencia entre aquellas editoriales que publican de verdad libros-álbum, y las que publican simplemente textos acompañados de ilustraciones. Nuevamente digo algo que parece obvio, pero no es así. En América Latina hay muy pocas editoriales que de verdad se dediquen al libro-álbum, que lo hayan considerado seriamente como posibilidad, aunque hay muchas, o casi todas, que publican libros con ilustraciones.

Porque desprenderse de la predominancia, de la tiranía del texto no es fácil. Muchos dicen que el libro ilustrado comienza siempre en un texto, que es la base sobre la cual se construye el resto. Y ésta es, muchas veces, la premisa sobre la que se establece, no tan sólo una manera de entender y trabajar el álbum, sino que se manifiesta en otros ámbitos, por ejemplo, las relaciones contractuales: el autor tiene regalías pero no el ilustrador; o bien, se considera que el texto es una pieza terminada, inmodificable y las ilustraciones están allí para acompañar sin tocar.

Yo prefiero decir que la base ideal para un libro-álbum no es un texto sino una historia, un hilo narrativo muchas veces escueto, construido en palabras o imágenes, que se va modificando, enriqueciendo, complicando y definiendo con la presencia de otras imágenes y palabras. Pero trabajar así no es fácil, yendo y viniendo de la palabra a la imagen. Sólo resulta un proceso fluido cuando el autor del texto y el de las imágenes es la misma persona. De hecho, muchos sostienen que la excelencia en el libro-álbum sólo se consigue cuando esta condición está dada. Tomi Ungerer decía en una charla en Bologna que los únicos libros-álbum que quedarán en la historia de la literatura infantil como clásicos de este género serán aquellos que fueron hechos por un autor-ilustrador.

Tal vez ésta sea una afirmación extrema. En todo caso, el autor del texto es uno y el ilustrador, otra persona -que es la situación más frecuente, al menos en nuestra experiencia-. Es doblemente importante que el proceso editorial siga pautas que rescaten y refuercen la concepción de que estamos en presencia de dos lenguajes igualmente importantes, cada uno con su propia especificidad.

Dos lenguajes en tensión

Igual como antes con Monika Doppert, me encontré con un concepto desarrollado por Perry Nodelman que ha sido particularmente iluminador para mí. Es el concepto de tensión entre texto e imágenes. En un buen libro-álbum, dice Nodelman, las palabras y las imágenes cuentan dos historias diferentes y es la distancia entre la historia que nos narran las palabras y la historia que nos cuentan las imágenes lo que hace al libro interesante.

Las palabras nos empujan hacia adelante, queremos saber qué es lo que va a pasar, queremos descubrir el completo significado de lo que nos están diciendo, de manera que debemos continuar, terminar la oración, terminar el párrafo, pasar la página. Las imágenes, por el contrario, nos detienen para que exploremos en más detalle las escenas específicas que ilustran. Se produce, automáticamente, una tensión entre estos dos lenguajes.

El suspenso que crean las palabras por sí solas es un constante movimiento hacia adelante que se acelera hasta un clímax, pero las imágenes han aislado momentos que nos hacen detenernos y mirar. El goce de un buen álbum es esta constante tensión entre estos momentos de contemplación y la corriente de palabras que los unen. Este stacatto en los libros-álbum es muy diferente al ritmo de una historia contada sólo con palabras.

Las imágenes comunican de manera diferente que las palabras. Como debemos detenernos a contemplarlos, nos alejamos de la trama contada por las palabras, pero la atención que prestamos a los detalles visuales es recompensada con la comprensión más profunda de los sucesos y de los personajes. Las imágenes no pueden retratar la acción. Cuando los ilustradores aceptan la cualidad estática de las imágenes y las utilizan en combinación con el envión hacia adelante de las palabras, crean álbumes verdaderamente interesantes. 

En Bologna, Tomi Ungerer resumía de manera simple este análisis de Nodelman: lo importante en los libros-álbum es el ritmo; los libros-álbum tiene el ritmo de reloj. Tic, tac, tic, tac. Tic, una página, tac, otra página, tic, el texto, tac, las imágenes". 

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